Crónica del concierto de Jorge Drexler en Cartuja Center

El cantautor uruguayo brilló ante un Cartuja Center completamente entregado a su música.

Pese a tratarse de una propuesta musical más que intimista, acompañado solo de sus guitarras (eléctrica y española) y con un atrezzo brillante y minimalista, pocas veces habrá estado más lleno el inmenso escenario del Cartuja Center Cite de lo que lo estuvo anoche con Jorge Drexler. Lleno de talento, personalidad, arte y musicalidad. Y por supuesto de silencio iluminador, ese concepto que tanto aprecia el uruguayo, y de transparencia, porque Drexler dejó ver hasta los engranajes de su reloj vital girando, las marchas y también su luz, una buena luz sincera y verdadera.

El de Montevideo es carne de directo. Sin darse aires de genio, exploró durante dos horas sentimientos complejos fundiendo sensibilidad, pasión y entrega hacia los más de 2000 seguidores que habían agotado las entradas en el mes de octubre y que anoche se arroparon en él y con él para oír primero y experimentar después el éxtasis sosegado de su música. Así quedó plasmado desde su discurso introductorio referente a su gira «Silente», luego con la inicial «Transporte», y así hasta «Me haces bien», el tema con el que, en plena comunión con el público, abrochó el concierto.

En medio, mientras repasaba su trayectoria, se sucedieron innumerables bellos paisajes musicales. Algunos de los más destacados fueron protagonizados por varios temas de su disco «Eco» (2004): La preciosista «Deseo», la existencial «Todo se transforma», y esa soberbia joya escrita en décimas titulada «Milonga del moro judío».

No le fueron a la zaga «Soledad» y «La vida es más compleja de lo que parece», así como las interpretaciones de diferentes los cortes de su último disco «Salvavidas de hielo». La romántica «Asilo» y esa incesante búsqueda de las musas llamada «Abracadabras» —para la que utilizó un péndulo de Newton como efectivo y efectista recurso instrumental—, son claros ejemplos de ello. Asimismo, merece una mención aparte la zamba inédita dedicada a Enrique Morente, en la que cantó con sumo gusto «la vida llenaba el vaso cuando cantaba Morente».

Artista de melodías poéticas (y versos melodiosos), no solo ilumina con su música, sino que penetra en las profundidades del alma con sentidas letras cinceladas en el mejor yunque que puede usar un artesano de canciones, el corazón. Solo así se explica que consiga tal repertorio de estrofas preñadas de sabiduría, obra de una cultura suprema y que, sin embargo, no dejan de parecerse a lo que surge del suelo común, a las emociones y desasosiegos existenciales que planean por la mente de cada uno de los mortales. Sutilezas rítmicas, exquisiteces de color intraducibles e inventiva métrica al servicio de los sentimientos.

Además de cautivar con sus canciones, Drexler, poseedor de una oratoria envidiable, pone en marcha un discurso sobre el escenario con la misma seguridad con que Jack Nicholson entra en escena: sabe que nunca aburrirá. Acapara todo el interés incluso cuando narra historias triviales. Igual se extendió hablando sobre la teoría del mencionado péndulo de Newton, que recordó anécdotas de sus inicios artísticos en Uruguay y con Joaquín Sabina —su mentor y al que dedicó «Pongamos que hablo de Martínez»—. Así, narró cómo el autor de «19 días y 500 noches» cambió su destino, el de un doctor de Río de la Plata que modificó su cauce hacia el Mediterráneo para hacer desembocar todo su caudal creativo en el infinito océano del mestizaje vital y artístico.

A la vuelta de una divertida despedida sincronizada con el público, despachó otros dos cortes de alto voltaje literario: «Movimiento», y «Silencio», la canción en torno a la cual gira todo el repertorio, y que anoche sirvió como coda dedicada a la prudente y terapéutica omisión del sonido. Ya en la definitiva despedida, «Telefonía» y «Me haces tanto bien», segunda dupla de bises con la que coronó el magnífico show que el artista brindó anoche en Sevilla (que dedicó a su amigo y máximo exponente actual del repentismo, Alexis Díaz Pimienta, que se encontraba en la platea); un concierto que, sin duda, ilustró a la perfección por qué Drexler ocupa un lugar privilegiado en el Olimpo de los cantautores.

Noticia De ABC de Sevilla por Fernando Rodríguez Morube a 02/02/2020.