LA VIDA EN CANCIONES , ‘El escenario lo cura todo’ pretende abarcar, resumir, largos años de canciones y carretera. De “Soy un corazón tendido al sol” a “La sirena”, “Planta 14”, “El abuelo Vitor”, “Paxarinos”, del “Solo pienso en ti” a “La madre”, “Luna” “Ay amor”, “Canción pequeña”, del “Cuélebre” a “Nada sabe tan dulce como su boca”, “Cruzar los brazos”, “Allá arriba al Norte”, “Digo España”, de “Danza de San Juan” a “No seré nunca juguete roto”, “Quien puso mas”, “Bailarina” o “Déjame en paz”, de “El hijo del ferroviario” a “Como voy a olvidarme”, “Adonde irán los besos”, “Nada nuevo bajo el sol” o “Tu boca una nube blanca”.
El escenario lo cura todo, subtítulo del concierto, es un verso de “No seré nunca juguete roto” canción que Ana y yo cantamos en “Para la ternura siempre hay tiempo” (1986). Efectivamente, el escenario cura todo menos lo incurable.
Dicho esto y habiendo llegado hasta aquí uno agradecería que suavemente, antes de que hagan mas ruido las bisagras, el amado público fuera advirtiéndonos de cuando debemos irnos a casa, aunque siempre ejerza de juez implacable, cuando pones una entrada a la venta y no la compran… Esa debería ser para cualquiera la señal definitiva. Aunque sea muy triste la verdad, lo que no tiene es remedio…
¿Dónde habré escuchado yo esto …?
Hago un alto en el camino pero sigo… Me han recordado que cumplo 75, no crean que no me había dado cuenta, pero, gracias por recordármelo y traer a mi memoria aquel adolescente que escuchaba Discomanía en la radio y perseguía los primeros programas musicales en la primera televisión española, para ponerle cara y ojos a lo que había escuchado y ya me gustaban.
Y mi tío Quico me regaló unas navidades mi primera guitarra y sus primeras notas me sugerían melodías que no estaban escritas en ningún lugar, en cualquier caso, torpes melodías, que trataban de imitar algo que había escuchado previamente.
Y seguí escribiendo porque al tiempo que aprendía, sentía que cada canción era un paso adelante con respecto a la anterior hasta encontrarme un día con la primera canción escrita por mi, que me gustaba: “El cobarde”: estoy asomándome a 1967. Aquella canción desatascó todo y me enseñó un camino.
Tres años habían pasado desde que había recalado en Madrid para estudiar piano y canto, aparte de actuar en cuantos programas de radio me hacían sitio y debutar como telonero, no existía esa palabra entonces, en el viejo Circo Price para celebrar las cien representaciones del espectáculo que ofrecían Marifé de Triana y Antonio Molina.
Padecía entonces, creo que no se me ha quitado, melancolía asturiana. Una sensación de estar de paso en la gran ciudad y el deseo poderoso de triscar por valles y montañas y volver a jugar al balón en un prado. Esa melancolía, sin pretenderlo, se transformó en música y como de un cesto lleno de cerezas del que pretendes sacar una y enganchadas van saliendo todas las demás aparecieron “La romería” “El tren de madera” ”El mendigo” “El abuelo Vitor” “Paxarinos” “El portalín de piedra” “Planta 14”…De aquel primer trabajo aún siguen en mi repertorio las
mas significativas.